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Erklärung des Regisseurs
Nota del Director
Nota del Director

El tema central de mi interés y que constituye el arco dramático de la historia, es el tránsito que un grupo humano siempre está haciendo entre los conceptos de comunidad y sociedad tal como los postuló el sociólogo alemán Ferdinand Toennies, quien define una ‘comunidad’ como el tipo de asociación en el cual predomina la voluntad natural, y una sociedad, en cambio, como aquel tipo de colectivo formado y condicionado por la voluntad racional. Escribió Toennies: comunidad es la vida en común duradera y auténtica. Sociedad es sólo una vida en común pasajera y aparente. Con ello coincide el que la comunidad deba ser entendida a modo de organismo vivo, y la sociedad como agregado y artefacto mecánico.” 

 

La relación entre Leo y Sofía, un hombre en su mid-life crisis y una niña coming-of-age, simboliza el doloroso e inconcluso proceso que en este sentido ha vivido la sociedad Colombiana contemporánea, donde fueron asesinados cuatro candidatos presidenciales en el mismo año en que el mundo vio caer al muro de Berlín.

Este proceso ha pasado por tres momentos:

El primero, caótico, en el que la falta de decisión para enfrentar los cambios necesarios dejó a la sociedad sin capacidad de reacción.

En el segundo, la sociedad decidió que había llegado la hora de dialogar para llegar a “acuerdos” bajo la idea de que es mejor un mal arreglo que una buena pelea.

El tercer escenario, en el que se impone un mandato firme para poner orden al caos institucional.

Solamente la Historia dirá si después de ocho años bajo un gobierno corrupto, abusivo y autoritario, el actual gobierno de Colombia podrá hacer que la sociedad viva en el futuro próximo un cuarto escenario, donde con respeto por las diferencias se empiece a ser comunidad, por medio de un esfuerzo para abandonar viejas maneras de ser y emprender cambios profundos y necesarios en la mentalidad individual y colectiva. Esto es lo que viven Leo y Sofía al terminar la historia: superficialmente puede parecer un final feliz, pero es en verdad un doloroso comienzo para ambos.  

 

Este tránsito de sociedad a comunidad, difícil como tal, se hace más complejo cuando entran en juego las emociones y los problemas de las personas, seres enfrentados con su pasado, su idea de pertenencia a una familia, una raza, una nación o una cultura; con sus conceptos sobre dios, el amor, la tragedia, el bien y el mal.

Me parece muy importante la posibilidad de tratar a los personajes y a las acciones como temas, medios para recrear patologías de nuestro tiempo como el consumismo, las prácticas sexuales radicales, la pornografía, el miedo, la ausencia de privacidad, la ubicuidad y la inmediatez, el turismo de masas o la neurosis por el éxito; que son a su vez una manera desacertada de responderse grandes preguntas contemporáneas: Cómo ser auténtico en un mundo cada vez menos individualizado, localizarse y encontrar el propio lugar en un mundo irremediablemente global, ratificar el derecho de autodeterminación en una sociedad que limita las libertades civiles por nuestra propia seguridad, construir una sociedad sana allí donde las familias parecieran ser unidades cada vez más enfermas, tener una perspectiva histórica mientras el mundo es cada vez más inmediato o ser ético cuando para los hombres más exitosos de la sociedad, el fin justifica todos los medios?

Estos son los dilemas en que viven Nadia, Julieta, Ursula, Hannes, Marika y los demás personajes que acompañan a Leo y Sofía en Berlín.

 

Para escenificar estos conflictos, necesito un entorno que se agite sin parar, pero a la vez “simpático”, donde las agitaciones no sean vanas o distorsionen los sentimientos y percepciones de los personajes. No puedo pensar en un mejor lugar que en Berlín, donde no existen barrios muertos en los que se camine por la calle y no haya nada qué ver o aparentemente “fuera de lugar”.

A pesar de su silencio y parsimonia, está viva las 24 horas, en un movimiento permanente pero muy diferente al de Bogotá, Nueva York o Londres, ciudades brutales y despiadadas.

En Berlín, Babel en la que se puede respirar la emoción de la destrucción, nada de lo destruido desaparece para siempre. Permanece en los objetos de los miles de anticuarios y mercados de las pulgas en los que la Historia es un producto de venta al detal. Es un entorno donde las reglas y las cosas pueden ser destruidas por la moda, el tiempo o la seducción, en lugar de la violencia o la explosión de las estructuras sociales.

Berlín, con su abundante oferta de servicios “sin costo” pero “no gratis”, No es triste, incluso si la vida es difícil. Da la impresión de que se puede vivir como se debe, razón por la que atrae a millones de turistas anualmente.

La narración tendrá un sentido muy agudo de observación de la vida berlinesa, el egocentrismo solidario y el hedonismo deportivo de sus habitantes, la circulación en las calles, la urbanidad local y el anarquismo a la vez simpático y destructor de los marginales berlineses, quienes permanentemente intentan atentar contra el modo de vida tranquilo de una burguesía que a su vez se marginaliza de vez en cuando, por que la marginalidad también tiene su romántica faceta “cool”.

 

En esta declaración de intenciones he querido exponer por qué me siento un instrumento de la sociedad, que por mi intermedio deja un testimonio subjetivo pero sincero de ella misma. Si bien hacer una película significa la manifestación junta de los sueños y misterios de un cineasta, no quiero justificarme en la idea de que el artista hace una película “por que sí”. Más que esto, una película es la verdad tal y como el creador la concibe en imágenes no necesariamente realistas, pero suficientes para expresar la tristeza y la esperanza, la belleza y la miseria, el odio y el amor que él percibe en su entorno. Siento la necesidad de contar esta historia como un documento de ambas las sociedades en que crecí (Colombia) y en que ahora vivo (Berlín); como si fuera un dictado que esas dos conciencias colectivas le hacen a mi capacidad creativa y a mi imaginación.

 

 

Víctor Hugo Gutiérrez Giraldo

Berlín, diciembre del 2011.